viernes, 28 de octubre de 2022

Josefa (Crónica abrumadora de una entrevista de trabajo con cocodrilo sintético incluido)



Hay algo muy raro en los zapatos de Josefa. Me desconciertan. El tacón dorado y robusto no combina con el cuerpo alargado del zapato, rojo brillante, que se extiende hasta la capellada de piel de cocodrilo sintético. 

No sé. Tal vez el tobillo prieto, y excesivamente delgado de la mujer, es el que proyecta esa desconcertante ráfaga de mal gusto y sexualidad que soy incapaz de descifrar. ¡Pues claro, es la gorda resbalosa de contabilidad! La misma que puso en duda la veracidad de mis viáticos. La que hace 23 años revisó con miserable diligencia cada ticket, factura y nota de compra, convencida de que mi viaje había sido un fraude. Esa que tenía la misión expresa de exponer «mis malos manejos» ante Basurto, el administrador general. 

Josefa Arely Aréchiga Suárez, la contadora, con sus tacones rojos, sus tobillos de maíz desgranado y cuerpo de cerdo hace temblar su pierna izquierda de manera rítmica, inquieta, casi obscena, mientras me pide un empleo. 

¿Quién chingados te va dar empleo gorda inmunda? Tú que lo revisas todo, lo inspeccionas todo, lo investigas todo, como una rata obesa e insaciable, siempre en búsqueda del error, del pretexto que precede al cadalso del trabajador honesto, del reportero comprometido que sí, efectivamente, tuvo que comprar 2 botellas de güisqui para sobornar al capellán. 

¿Quién te va a dar trabajo panzona, con tus zapatos rojos, tu vestido floreado de polyester beige y ese prendedor de perlita insufrible? ¿Quién puta nefasta? ¡Ni madres, ahora me toca a mi hacerte sudar la gota «gorda»! Ahora me toca darte el tratamiento Basurto de Lux, Josefa Arely cabrona. 

¿Y dónde te ves dentro de 10 años? ¿Aún con nosotros? ¿Casada, con hijos? ¡Claro. Sólo que se case con un puto hipopótamo ciego! grito en mis adentros. 

Josefa estira la mano sobre el escritorio, suspira y responde con una frialdad impasible. No me lo tomes a mal pero preferiría no responder. 

¡Ah cómo no, pinche gorda entaconada! ¡Ahora te friegas! 

Con voz dulce y condescendiente insisto. Por favor, no te apures, estás entre amigos, trabajamos tantos años juntos que puedes contarme lo-que-sea. Al fin y al cabo «vamos a ser colaboradores». ¿No crees? 

Con maldad le lanzó un anzuelo imposible de ignorar. 

Josefa Arely Aréchiga Suárez vuelve a inspirar e incómoda toma valor. ¿Qué en dónde me veo dentro de 10 años? No quiero ser dramática Beto pero, dentro de 10 años, yo creo que estaré muerta. 

No paro del asombro. Permanezco helado e inerte. No emito palabra, ni comentario. Mis ojos buscan escapar: la ventana, la pluma fuente y las notas, la puerta al fondo, la taza de café y eventualmente mi mirada se detiene en sus piernas robustas. Un instante después en sus zapatos rojos. No hay duda, hay algo muy raro en ellos. Me desconciertan. El tacón dorado y robusto no combina con el cuerpo alargado del zapato, rojo brillante, que se extiende hasta la capellada de piel de cocodrilo sintético. 

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