El acto transcurre como tantas veces lo han practicado. Con la sonrisa fingida prueba la solidez de las cadenas, le venda los ojos y lo conduce hasta la cima del enorme tanque. Justo allí ocurre la magia. A escondidas le entrega la llave y, de forma casi imperceptible, lo besa en la mejilla. Él se lanza al agua.
- ¡Nunca dejará a su esposa! - Repite en su mente. No más. Está cansada de trucos y en los próximos 4 minutos, ella lo hará desaparecer de la faz de la tierra.
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