La camisa poco a poco se amplía. Los pantalones se ensanchan y en un instante, el cinturón cae al suelo. Mientras giro la perilla del volumen, mis brazos y piernas se reducen. Ahí estoy, observando desde el suelo el enorme receptor de alta frecuencia. En la radio el viejo show de “La Tremenda Corte” resuena a toda potencia y yo he vuelto a ser niño.
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