La navaja filosa pasa rozando pero no corta la piel. Después, al igual que los otros, lo envuelven, lo tiran en una caja y lo suben a un camión.
Años más tarde sigue esperando a ser rescatado. No sabe que, aunque alguien lo saque del estante, seguirá siendo un libro ilegible, preso por siempre por un defecto de fabricación.
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