martes, 8 de mayo de 2018

55 metros (Recuerdos y pintura acrílica)


La mano derecha empuña la navaja contra la barra de acero.  Con sorprendente destreza graba 2 letras. “RG” puede leerse en una caligrafía nerviosa, casi infantil. 
Los ojos del guardia no se apartan de sus manos. Entre llantos suspira, toma una bocanada y regresa el instrumento a su dueño. 
Minutos después la celda se colmará de gente. Celadores, periodistas, representantes de derechos humanos y un clérigo se apretujan con precisión, evitando tocar al condenado.  

55 metros de procesión silenciosa hasta la puerta del pequeño anfiteatro en el sótano de la prisión. Más adelante el final o el principio, nadie la sabe. Sólo quedará el vestigio de un par de letras grabadas sobre la reja, un testamento que, al igual que él, se borrará de la memoria del mundo 2 días después, cuando una capa pintura aniquile también su recuerdo. 

Venganza (Crónica del Síndrome del nodo enfermo).





Depresión, hipertensión, arritmia, estrés y un último trago de refresco de cola. Un infalible cóctel y después sobreviene la embolia. La cabeza revienta sin aviso alguno. La pierna izquierda se colapsa y de inmediato se viene abajo. El cuerpo inerte yace 8 escalones abajo y ella sonríe satisfecha. Ha caído en la trampa. 

“Las complicaciones de la diabetes son perversas” murmura. Él aún sostiene la botella de Coca-Cola en la mano izquierda. Suspira con alivio, acabó con él. Por fin le ha quitado todo. La chispa de la vida se apaga. Su muerte le sabe bien. No hay duda, la venganza es dulce. 

Asta aquí.




La bandera se ha rasgado. Existo más allá de ti. Estoy, contigo o sin ti.

Elixir para la tristeza incurable


Una guerra se libra a tragos. La cruzada inútil por encontrar el Santo Grial que, ya en mis manos, se colma día y noche. La paz no llega. El mal lo ha corrompido todo. No hay elixir para la tristeza incurable.