Alex era un buen hombre. Tan bueno que nunca pudo aprobar el examen. Después del curso podía superar la parte teórica a la perfección. Sin embargo, una y otra vez, casi sistemáticamente sucumbía a los ejercicios prácticos. “No acreditado” se leía sobre su reporte.
Lo dicho, tenía un buen corazón y a pesar de las horas interminables de capacitación, el empleo abominable y simple que tanto deseaba (aquel que sólo exige jalar una palanca, presionar un botón o bajar un switch) nunca sería para él.