Mis piernas se caen a pedazos. La respiración se me ha ido. Es el kilómetro 40 y no puedo más. Justo cuando estoy a punto de detenerme la veo entre la gente. Es ella, no hay duda. Se acerca, me sonríe y con amor me toma del brazo. No me suelta, sigue a mi lado. Es ella, no hay duda. Una vez más, como tantas veces lo hizo cuando estaba aquí, mi mamá me lleva hasta la meta.