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jueves, 30 de marzo de 2023

Gemela


Nunca subestimes el poder de la obviedad y lo evidente. 
Alétheia

obvio, via
Del lat. obvius.
1. adj. Que se encuentra o pone delante de los ojos.
2. adj. Muy claro o que no tiene dificultad.

evidente
Del lat. evĭdens, -entis.
1. adj. Cierto, claro, patente y sin la menor duda.
2. adv. U. como expresión de asentimiento o confirmación. —Te parece injusto, claro. Evidente.

Era blanca. No negra, tampoco obscura. Blanca. 
Empero la turba disiente. Algunos gritan ¡es pálida! pero no blanca.  Otros se atreven escupiendo maldiciones ¡Es gris claro… gris, pinche puto, parásito, mantenido… sí, tú, pocos huevos, fascista y ciego inmundo! 
Al fondo, los más cautos racionalizan el supuesto ardid con «cientifismos mágicos»: El blanco, lo blanco, no existe, sólo la luz puede arrojar un blanco casi puro. 
Uno de lentes, muy sosegado, remata con solemnidad displicente:  El blanco es un color acromático, de claridad máxima y oscuridad nula. Perceptualmente es luz intensa constituida por todas las longitudes de onda del espectro visible.
Exacto. ¡Es blanca! digo con serenidad y nuevamente se encienden, dan manotazos, gritan y hierven. 
No es un dilema, un concurso o una justa por la razón. 
No había duda. Aquella declaración era blanca. Todos (ella, ellos y yo) lo sabíamos pero la colorida obscuridad «sic» de la ira, la mentira, la soberbia, el engaño y el descaro nubló activamente sus conciencias y en la penumbra, irónicamente, brillaba aún más. 
Acabaron conmigo en segundos. Mi franqueza hecha jirones. Muerta. A su lado ella permanecía inerte. La honestidad es hermana de la valentía. La verdad es blanca y tiene una hermana gemela. 

Histriónico. (Relato breve sobre las aptitudes escénicas de mi muerte)




La vida es una obra de teatro que no permite ensayos. 
Charles Chaplin (1971). 

Expiré frente al telón. Perecí bajo las luces. Morí en un teatro. 

Justo al final de mi interpretación. En la línea más palpitante y sobrecogedora de mi personaje. Un militar in extremis que sucumbe al silencio y que, súbitamente, lo acoge una sordera implacable. 

Me desplomé ahí, en el escenario, ante un público perplejo y extraviado. Un murmullo, gimoteos y apenas un par de gritos de alarma. Después la confusión y el pandemonio. 

De bruces contra la madera, inmóvil y silencioso. Ahora, no sólo sordo, también mudo. Irónica y definitivamente muerto por la lesión artificial. Realmente por un infarto. Una herida fulminante en el corazón que dejó brotar a mi pecho borbotones descarriados. Sangre que, minutos antes, oscilante trasladaba mi alma por el cuerpo. 

Expiré frente al telón. Perecí bajo las luces. Morí en un teatro. Justo al final de mi interpretación. En la línea más palpitante y sobrecogedora de mi personaje. A pesar de mi impactante desempeño histriónico, de mi dramática realidad, no ocurrió la ovación correspondiente. No vítores o palmas. Ni un aplauso. Sólo silencio. No hay duda, mi muerte no sabe actuar. 

En todos sentidos (Crónica de un titán y un gallinero)


Vivía en una jaula entre paja, mierda y malla de acero. Como una bestia. Su tarea era atroz y cruel pero él parecía disfrutarla. Se le veía ahí, en medio de la granja, un bruno sonriendo bajo el rayo del sol. Un titán lleno de vida. 

El corpulento negro, atolondrado y palurdo, tenía el deber de torcerle el cuello a las gallinas enfermas. 

Aquel verano, sin embargo, la fiebre afectó a varios cientos de ellas y el negro, indiferente, no paró durante dos días. Un crack tras otro mientras apretaba los labios. 

Fue justo cuando le faltaba aniquilar a la última docena que cayó al suelo, de bruces sobre la paja, a un lado del abrevadero. 


Los peones lo observaron con desdén mientras el capataz le confirmaba a su madre, la negra Madela, que el negro había muerto. Infectado por la propia fiebre. Madela no emitió ni un sonido tampoco una lágrima. Lentamente se alejó impasible. 


Vivía en una jaula entre paja, mierda y malla de acero. Como una bestia. Su tarea era atroz y cruel pero él parecía disfrutarla. Se le veía ahí, en medio de la granja, un bruno sonriendo bajo el rayo del sol. Un titán antes lleno de vida. Ahora un negro, en todos sentidos, lleno de muerte. 

viernes, 28 de octubre de 2022

Sentencia de muerte. (Esencia).


Mumufuku murió de viruela, aunque todos aseguran que fue un auto Opel (avanzando sobre Shibuya) lo que le quitó la vida. 

En 1946, Tokio no era la bulliciosa ciudad de hoy y la viruela no tenía remedio. 

El auto a gran velocidad fue una anécdota de mala fortuna. El contagio, 4 años antes, le robó la vista en pleno cruce. La viruela era, en esencia, su sentencia de muerte.


Josefa (Crónica abrumadora de una entrevista de trabajo con cocodrilo sintético incluido)



Hay algo muy raro en los zapatos de Josefa. Me desconciertan. El tacón dorado y robusto no combina con el cuerpo alargado del zapato, rojo brillante, que se extiende hasta la capellada de piel de cocodrilo sintético. 

No sé. Tal vez el tobillo prieto, y excesivamente delgado de la mujer, es el que proyecta esa desconcertante ráfaga de mal gusto y sexualidad que soy incapaz de descifrar. ¡Pues claro, es la gorda resbalosa de contabilidad! La misma que puso en duda la veracidad de mis viáticos. La que hace 23 años revisó con miserable diligencia cada ticket, factura y nota de compra, convencida de que mi viaje había sido un fraude. Esa que tenía la misión expresa de exponer «mis malos manejos» ante Basurto, el administrador general. 

Josefa Arely Aréchiga Suárez, la contadora, con sus tacones rojos, sus tobillos de maíz desgranado y cuerpo de cerdo hace temblar su pierna izquierda de manera rítmica, inquieta, casi obscena, mientras me pide un empleo. 

¿Quién chingados te va dar empleo gorda inmunda? Tú que lo revisas todo, lo inspeccionas todo, lo investigas todo, como una rata obesa e insaciable, siempre en búsqueda del error, del pretexto que precede al cadalso del trabajador honesto, del reportero comprometido que sí, efectivamente, tuvo que comprar 2 botellas de güisqui para sobornar al capellán. 

¿Quién te va a dar trabajo panzona, con tus zapatos rojos, tu vestido floreado de polyester beige y ese prendedor de perlita insufrible? ¿Quién puta nefasta? ¡Ni madres, ahora me toca a mi hacerte sudar la gota «gorda»! Ahora me toca darte el tratamiento Basurto de Lux, Josefa Arely cabrona. 

¿Y dónde te ves dentro de 10 años? ¿Aún con nosotros? ¿Casada, con hijos? ¡Claro. Sólo que se case con un puto hipopótamo ciego! grito en mis adentros. 

Josefa estira la mano sobre el escritorio, suspira y responde con una frialdad impasible. No me lo tomes a mal pero preferiría no responder. 

¡Ah cómo no, pinche gorda entaconada! ¡Ahora te friegas! 

Con voz dulce y condescendiente insisto. Por favor, no te apures, estás entre amigos, trabajamos tantos años juntos que puedes contarme lo-que-sea. Al fin y al cabo «vamos a ser colaboradores». ¿No crees? 

Con maldad le lanzó un anzuelo imposible de ignorar. 

Josefa Arely Aréchiga Suárez vuelve a inspirar e incómoda toma valor. ¿Qué en dónde me veo dentro de 10 años? No quiero ser dramática Beto pero, dentro de 10 años, yo creo que estaré muerta. 

No paro del asombro. Permanezco helado e inerte. No emito palabra, ni comentario. Mis ojos buscan escapar: la ventana, la pluma fuente y las notas, la puerta al fondo, la taza de café y eventualmente mi mirada se detiene en sus piernas robustas. Un instante después en sus zapatos rojos. No hay duda, hay algo muy raro en ellos. Me desconciertan. El tacón dorado y robusto no combina con el cuerpo alargado del zapato, rojo brillante, que se extiende hasta la capellada de piel de cocodrilo sintético. 

martes, 8 de mayo de 2018

55 metros (Recuerdos y pintura acrílica)


La mano derecha empuña la navaja contra la barra de acero.  Con sorprendente destreza graba 2 letras. “RG” puede leerse en una caligrafía nerviosa, casi infantil. 
Los ojos del guardia no se apartan de sus manos. Entre llantos suspira, toma una bocanada y regresa el instrumento a su dueño. 
Minutos después la celda se colmará de gente. Celadores, periodistas, representantes de derechos humanos y un clérigo se apretujan con precisión, evitando tocar al condenado.  

55 metros de procesión silenciosa hasta la puerta del pequeño anfiteatro en el sótano de la prisión. Más adelante el final o el principio, nadie la sabe. Sólo quedará el vestigio de un par de letras grabadas sobre la reja, un testamento que, al igual que él, se borrará de la memoria del mundo 2 días después, cuando una capa pintura aniquile también su recuerdo. 

Venganza (Crónica del Síndrome del nodo enfermo).





Depresión, hipertensión, arritmia, estrés y un último trago de refresco de cola. Un infalible cóctel y después sobreviene la embolia. La cabeza revienta sin aviso alguno. La pierna izquierda se colapsa y de inmediato se viene abajo. El cuerpo inerte yace 8 escalones abajo y ella sonríe satisfecha. Ha caído en la trampa. 

“Las complicaciones de la diabetes son perversas” murmura. Él aún sostiene la botella de Coca-Cola en la mano izquierda. Suspira con alivio, acabó con él. Por fin le ha quitado todo. La chispa de la vida se apaga. Su muerte le sabe bien. No hay duda, la venganza es dulce. 

viernes, 8 de septiembre de 2017

Dimensión

Un coloso, un titán, un monstruo. Ayer maté a un gigante con un sólo dedo. No, no sabía de qué tamaño era yo. 



Caramelo

Amelia sonríe. El enorme moño rojo cubre casi todo su rizada cabellera. 
Montse está a su lado. Los labios azules. La mirada perdida. 
El caramelo no llego a su destino y su mejor amiga aún piensa que aquello es solo una broma.

Primera Cita.

“No tengo suerte en el amor” repite llorando bajo la lluvia. “En verdad no la tengo”. 
El alboroto de las sirenas y las patrullas es ensordecedor y ella solloza mientras sostiene la mano de su acompañante. 
¡Magnífica y romántica idea la de dar un paseo en bicicleta! Central Park es espectacular en otoño. Nada podría ser más perfecto. La primera cita ideal. 
Minutos después una brizna azota el lago mayor y los dos buscan refugio en los arcos de bombeo, cerca de la 44. Justo al llegar, un escalón, un poco de musgo y ella pierde el equilibrio cayendo aparatosamente sobre la grama y un montón de hojas secas. 
Contusiones, raspaduras y una espeluznante fractura expuesta en el brazo izquierdo. Él la sostiene galante y la ayuda a incorporarse. Trata de apaciguar el dolor con palabras. Es inútil. El 911 de su móvil réplica y, minutos después, una ambulancia llega al llamado. Todo Central Park es una superficie resbaladiza y el exceso de velocidad es una fórmula para el desastre. El vehículo derrapa y resbala sobre la grama y las hojas. El acompañante sólo puede abrazar a la joven herida. 
Después del impacto, un silencio absoluto. La ambulancia ha arrollado al héroe y no hay nada qué hacer. 
“No tengo suerte en el amor” repite llorando bajo la lluvia. “En verdad no la tengo”. Tal vez la joven tiene razón.

Es inútil. (En acción)


2 letras “C” entran en acción. De inmediato se colocan al final de las 2 palabras para completar la oración. 
De un solo golpe, la goma se encarga de borrar su existencia. Es inútil: “Estamoc muertoc” no tiene ningún sentido. Resultado de imagen para accion

lunes, 27 de junio de 2016

Desequilibrado (Once pisos abajo).

El suicida mira al vacío. Los dos pies en la cornisa. Las lágrimas caen. Once pisos abajo está su destino. Suspira.
Sin previo aviso, la sombra fugaz de un avión lo sorprende. Se detiene. Piensa, y al instante recapacita. Todo vuelve a tener sentido y de inmediato da la vuelta. La pierna derecha regresa. La izquierda, tanta veces fiel y confiable, lo traiciona.
El avión sigue su marcha y él, once pisos abajo encontrará su destino.


domingo, 25 de mayo de 2014

Cuestión de tiempo.

Extraviado, el reloj de mi padre se hunde lentamente en el lodo y la grama. Su dueño ya no está para rescatarlo. Camposanto y sepulcro en el jardín de la casa. Llegó su hora. El tiempo se devora al tiempo. 


lunes, 4 de noviembre de 2013

Vacaciones.

La guadaña resplandeciente permanece recostada sobre la pared. La túnica negra cuelga del perchero. Sí, se ha ido de vacaciones. Hoy nadie muere.  



jueves, 10 de octubre de 2013

Receta Secreta.

18 horas han pasado. Rigor mortis. El cuerpo inerte y robusto de Lee Sanders se inclina a la izquierda, sobre el enorme y modernísimo sillón eléctrico de piel. Irónicamente sostiene una pieza de pollo frito en la mano izquierda, mientras la derecha aún parece apuntar al televisor con el control remoto. 
Para los investigadores está claro. Un infarto se llevó a Sanders a la tumba. Caso cerrado.
Las llamadas y las amenazas a la corporación por fin terminaron. De manera poco discreta (pero convincente) se han encargado del asunto. 
A pesar de sus esfuerzos, el depuesto y obeso heredero ya no podrá revelar el secreto. 

sábado, 27 de julio de 2013

Divorcio (Cuando la verdad llega se golpe)

Dicen que no tuvo tacto y que simplemente se lo dijo. Después vinieron los insultos y los golpes. Queda claro, no podían seguir juntos.
Artemio, el carpintero, yace inconsciente aún con el mango en la mano. De un gran boquete en su cabeza mana sangre. 
Los clavos respiran aliviados. El viejo martillo de uña no pudo más. Harto del maltrato, hoy decidió irse.


lunes, 22 de julio de 2013

Los amos.

Un olor fétido y ácido recorre todos los rincones. Plastas de lodo y estiércol vuelan por los aires. En el chiquero todo es júbilo. Por la rendija, un moño negro adorna el porche en la casa de los amos.


 

Gillete.

La bañera y al final, una sonrisa. Sus problemas se han terminado.  


viernes, 5 de julio de 2013

Última pieza.

Nervioso, salta de un lado al otro intentando levantar su mano, jalando su camisa. La enorme caja de madera está rota y el mecanismo ha caído sobre su cadena. Apenas puede moverse. Mientras los autos pasan a su lado, Toño intenta reanimar a su dueño que hoy ha tocado su última pieza en el organillo. 

miércoles, 3 de julio de 2013

Trampa.

Pablo salta de la cama emocionado. Levanta la almohada y baja la vista. Desilusionado empieza a llorar y poco después se tumba en el suelo. 
Su diente sigue ahí. La trampa que puso papá, un par de días antes, dio resultado.