miércoles, 21 de octubre de 2009

¡Vera es libre!


(Ensayo accidentado y estrecho sobre el saber y la libertad, sobre una esponja humana)

“Membra sumus córporis magni”
Somos miembros de un gran cuerpo
Séneca

La tesis de Vera Wang fue contundente: “la inteligencia aprisiona y limita, conocer es un privilegio que no libera y en su lugar recluye.  Saber es una pesada y a veces dolorosa carga” me decía una y otra vez con una sonrisa demoledora.  La premisa de la diminuta y espigada mujer no era, en un afán antagonista, considerar a la ignorancia como un bien definitivo pero sí reconfortante y en “algunos casos” deseable.
Wang de apenas 21 años pertenecía a una rara liga de jóvenes intelectuales que, en pleno desarrollo, levantaban banderas radicales en un tono a veces reflexivo e invitante otras muchas francamente desafiantes.  La búsqueda por mayor conocimiento, contrario a su propia tesis, era el motivo del discurso, la sed por una libertad de conciencia producto de la adquisición de nuevos ángulos intelectuales era evidente.  Vera era una esponja humana.
El precepto orgánico del “Concepto Wang” (como habría de llamar a la teoría) era simple y extremo pero igualmente revelador. Existe una conexión “antagónica” entre la conciencia de libertad y la ignorancia, saber que ignoras es preveerse libre. La otra fórmula contrapuesta: saber que conoces es saberse cautivo.  En esencia el juego de palabras puede parecer inútil, casi estéril, pero la verdad intrínseca de la posición es indisputable, tanto que abre las puertas a dos concepciones que por mucho tiempo creí prohibidas.

Pensar es “pesar”. Razón es “ración”
La ignorancia y la ingenuidad como semilla de la realidad única.

En toda la extensión del campo léxico de la palabra “pensar”, siempre se incurre en el concepto “pesar”.  No deseo hacer comparaciones inmediatas pero, casi por azar,  el origen de la palabra es precisamente aquel que Wang exhibe de manera ingenua. Pensar es pesar o al menos así podemos observarlo. La palabra pensar proviene del verbo pendere / pensum, que significa pender, colgar, haciendo referencia a la "romana", un instrumento de pesar que usaban los romanos y que consistía en una barra horizontal de uno de cuyos extremos pendía aquello que se quería pesar. Este término por tanto hace referencia al pesaje, en el que incidirá con más fuerza la palabra "ración" de la que deriva "razón". De ahí se deduce que el significado original estricto de pensar es "pesar" y que los pensamientos son una sucesión de "pesajes" indispensables para tomar una decisión.
El doble propósito, aquello que pesa delimita el concepto de pesadumbre pero también la sensación de ponderación o reflexión.
Sin demasiado apego al significado original podemos deducir que pensar, en su naturaleza conceptual, es el peso de las raciones (razones) de conocimiento, una “carga” que todos debemos estibar en nuestra conciencia.
¿Para qué cargar ese peso?  ¿Con qué propósito?  Las respuestas pueden ser tantas que no me atrevo siquiera a rozarlas.  Todas ellas estriban en los pilares del desarrollo, la experiencia y hasta el concepto de humanidad contra el de animalidad.  No es necesario abordar esos terrenos porque al respecto las opiniones, los “pensamientos” serían infinitos.
La ignorancia por tanto brinda una oportunidad inmaculada a la existencia humana, prevee una ingenuidad que no duele y no sufre, una pureza peligrosa y codiciable.
Si bien la percepción sensorial, el conocimiento práctico, la verdad reflexiva o la experiencia estimulan, por mera naturaleza humana, la adquisición automática y permanente de conocimientos,  la voluntaria búsqueda de nueva información ofrece más alternativas de la realidad y por ello la realidad evidente, la realidad “ingenua”, la “realidad única” desaparece.


Die Welt als Wille und Vorstellung y otros descubrimientos
La ignorancia como recurso libertario

Reducida a la simple capacidad de decidir aquello que se quiere, la libertad es un concepto que a la “Wang” resulta obstaculizado por el saber.  Si bien el conocimiento permite poseer distintas y variadas alternativas de la realidad que conduzcan a mayores recursos de decisión, la prolongada acumulación de preceptos redundaría en demasiadas alternativas de decisión que, supuestamente, derivarían en un caos interno y una angustia intelectual.  ¡Vaya felicidad la de Arthur Schopenhauer al leer estas líneas! Se presume necesaria, como el propio autor alemán declarase en su Die Welt als Wille und Vorstellung la autonegación del yo, una tarea demasiado espiritual para mis limitados recursos existenciales.
Quizá es el más arriesgado de los preceptos “Wang”, que abona a la libertad una necesaria falta de conocimiento, el que más dudas siembra. Su oferta, descubierta desde los fundamentos del hinduismo hasta las plumas de Nietzsche, Mann, Wittgenstein, Vaihinger, von Hartmann y Proust, tiene cientos de años en construcción y aún, como ella lo hiciera, insistimos en desafiarla.
Saber implica una responsabilidad sobre lo conocido y esa responsabilidad merma las capacidades de decisión, la oportunidad de actuar, limita evidentemente la libertad. La vida impulsiva, incluso instintiva, adquiere un ángulo consciente que atrofia la autonomía y la independencia.  El conocimiento se transforma en una liga indeleble con la realidad desde todos sus ángulos. ¿Quién puede, en la medida de sus propias capacidades, ver al mundo en esa esférica dimensión? ¿Existe alguien que posea todos los ángulos? Tal vez sólo (y es pura imaginación) las plantas, los animales y los recién nacidos tengan ese privilegio.  Una vez más la verdad del conocimiento destruye el precepto liberal. En eso términos, desde esta neófita (y mezquina) visión, ignorar es el recurso libertario por excelencia.
La idea no me satisface pero es probable incluso plausible.

Presente: El resultado

Debo admitir que su dimisión era previsible y 8 años después, para mi mala fortuna, pude ser testigo de un cambio (eso sí) en los preceptos éticos de Vera. El nuevo nombre de diseñadora de modas inclinó su balanza a un mundo más predecible, tradicional y confortable. Para ella la revolución de las ideas dio paso a la comodidad de la rutina. Las nuevas experiencias ya no eran cotidianas.
De alguna manera y sin así quererlo, Vera se entregó a su propio proyecto, decidió ignorar y jamás nunca conocer, decidió decirle adiós a las ideas, a las conocimientos, al mundo del que creía yo estaba hecha.  No hay duda, la envidió, al menos ella (como muchos ciudadanos del mundo) vive el privilegio de ignorar a voluntad y no hay nada, ni nadie, que se lo impida. ¡Vera es libre!


martes, 19 de agosto de 2008

¿Dónde estaba Juan Mauricio?


Hace un par de meses recordé las primeras planas que hablaban de aquellos “náufragos mexicanos” que permanecieron casi 9 meses en una lancha y que fueron rescatados cerca de Australia. Admito que desde entonces la noticia aún me parece inverosímil pues es evidente que restan muchas preguntas a responder sobre lo que realmente ocurrió. Será necesario esperar a que Hollywood disipe todas los cuestionamientos a la siempre veraz manera de Spielberg. 
Y es que la duda volvió a despertar producto de un asunto que probablemente sea tan fantástico e inverosímil como aquel de los “lancheros”, pero en este caso probablemente más fidedigno por la inmediata desestimación de los medios nacionales y la gran cobertura de los medios internacionales, especialmente europeos a quienes, debo admitir, les tengo mayor confianza.   El asunto funciona más o menos así:

Prefacio
El 14 de agosto de 1996 el periódico La Unión de Durango reportó el avistamiento de 2 grandes luces flotantes en la Sierra Gorda del Estado. La nota titulada “Avistan OVNI en la Sierra Gorda de Durango” pasó sin pena ni gloria.  
2 días después, las autoridades del Ayuntamiento de Amatitlán de Callejas, en el mismo Estado, emiten una alerta al Sistema Nacional de Seguridad Pública Federal sobre la desaparición del joven Juan Mauricio Aldana González.  Diversos periódicos de la entidad comentan las supuestos eventos que dieron pie a la desaparición del joven jornalero de 22 años.  Una serie de acontecimientos reportados por la madre del joven, la Sra. Ana María González Luébano quien dio parte a a las autoridades sobre el presunto rapto de su hijo por un “grupo de extranjeros” que lo tomaron por la fuerza la noche del 15 de agosto de 1996, en un cobertizo de su rancho en San Andrés de Amatitlán, una propiedad localizada a escasos 3 kilómetros de la cabecera municipal.  
A pesar de la alerta nacional y de un importante seguimiento en los medios estatales, Juan Mauricio no fue localizado.


El pasado 11 de junio de 2008, el noticiero matutino Deustche Wiesbaden, la primera emisión de noticias locales de Wiesbaden, la capital de estado de Bremen en Alemania, reportó el encuentro de la policía local con un hombre que caminaba desnudo justo a las orillas de un sendero a las afueras de la ciudad.  Andrew Vanya, el jefe de la policia, declaró que el hombre, posiblemente extranjero, lucía desorientado y desnutrido y su cuerpo presentaba múltiples abrasiones en piernas, gluteos y brazos.  Agregó también que luego de ser capturado, el hombre entró en estado de crisis nerviosa por lo fue trasladado a las instalaciones del Zentralkrakenhaus de Bremen para recibir atención médica apropiada.
2 días más tarde, el viernes 13 de junio, a través de la televisión estatal de Bremen, el hombre fue presentado por los medios como Juan, originario de México. Durante una entrevista con la televisora y asistido por una traductora proporcionada por el gobierno Alemán, el hombre de aproximadamente 35 años de edad, visiblemente conmovido, no pudo brindar su edad, ni su domicilio, pero sí aseguró, con lágrimas en los ojos, que había sido víctima de un secuestro y que sus captores eran de origen extraterrestre. 
En una entrevista histórica, el maduro y demacrado “Juan” relató con gran precisión, lo que para él fueron sólo “varios días” de cautiverio en un lugar donde, agregó, “sólo veía negro y bebía leche agria”.  “Juan” agregó también que durante su captura poseía una cámara en su teléfono celulñar y había podido fotografiar y videograbar a sus secuestradores. 
Al ser cuestionado al respecto de sus raptores, totalmente agitado, el sujeto sólo pudo decir que eran hombres pequeños, de grandes brazos, piel blanca y grandes ojos y que no hablaban por la boca “sino por el espíritu”.
Médicos de la institución confirmaron que, a pesar de su aparente buena salud, Juan Mauricio presentaba quemaduras severas en extremidades, boca y lengua y que su conteo de glóbulos rojos era muy inferior al normal debido a lo que parecía ser producto de diversas “sangrías dérmicas”. 
Luego de la entrevista, autoridades del Gobierno Alemán, a través de la cancillería de Bremen, se pusieron en contacto con la embajada de México en Berlín para verificar la identidad del sujeto. En un comunicado oficial, la oficina de cancillería Mexicana, representada por Mildred Vela, confirmó a través de fotografías la identidad del sujeto. Se trataba de Juan Mauricio Aldana González, quien había sido reportado como desaparecido 12 años antes de la localidad de San Andrés, Municipio de Amatitlán de Callejas, México. 
El ahora maduro Aldana relató, en diversas entrevistas posteriores con los medios alemanes, soviéticos y franceses, que su captura fue repentina y que sólo recuerda haber sido golpeado por un “arma brillante”.
Para sorpresa del mundo los vídeos de su entrevista a la televisora alemana, así como de entrevistas posteriores, tienen importante presencia en YouTube, así como otros sitios y agencias de renombrada importancia periodística como ABN y Newscomm.  
A pesar del reclamo de amigos y familiares, el Mexicano ha comentado antes los medios sus deseo de permanecer en Alemania para evitar el acoso de los medios y esperar, al igual que los lancheros nacionales, a que alguien le ofrezca un jugoso contrato para una cinta o “ya de perdida” un libro.

Yo por mi parte, admito mi asombro y duda.  A la manera del más puro “agenda setting” el registro visual del hombre en internet y la esperada develación de una serie de “videos exclusivos” que, supuestamente Aldana grabó con su teléfono celular me tiene en “ascuas”. Ni hablar, esta vez esperaré firmemente a que alguien me rescate de este tonto cuento que mantiene a la deriva. Mientras tanto me “comeré algunos patos” y permaneceré en silencio preguntándome: ¿dónde estaba Juan Mauricio?

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